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La almohada: Mucho más que su consejera fiel a la hora de dormir

4 octubre 2021

El descanso es vital para nuestro estado de salud y capacidad de rendimiento en el día a día, tanto física como mental. Dormir bien es una necesidad fisiológica más de nuestro organismo.

Si nos disponemos a descansar en una cama generalmente nos preguntamos: ¿es necesaria una almohada? Y, si definitivamente lo es, pero, ¿de qué depende el tipo de almohada que escojamos?

Sabemos que la firmeza y acogida de los colchones condicionan enormemente la calidad del descanso, pero ¿sucede lo mismo con las almohadas? Los especialistas del sueño afirman que si.

En principio, la almohada idónea sería aquella que nos resulte más ergonómica, es decir, que mantenga cuello, cabeza y hombros de tal manera que se respete la posición natural de la columna vertebral, parte sobre la que recaen las secuelas de las deficiencias posturales. Digamos que el objetivo, al dormir, es mantener nuestra columna vertebral, de forma equivalente a cuando nos encontramos de pie.

Con frecuencia, escuchamos por donde quiera a personas que sienten tensión en el cuello o dolor de espalda que les incomodan. Incluso, nosotros mismos hemos podido sentir ese malestar. A veces, pensamos que el colchón es culpable de ellos, aunque es clave considerar que una almohada no adecuada para nuestras necesidades (complexión, postura…) puede hacer que incluso con el mejor colchón, pasemos una mala noche.

Por otro lado, todos tenemos diferentes posturas para dormir y, dependiendo de esta, debemos decidir qué almohada elegir. Las personas que duermen de costado han de tener en cuenta que la almohada les permita que exista una distancia adecuada entre los hombros y las orejas, manteniéndose al mismo tiempo el cuello alineado. Las que duermen boca arriba tienen un rango mayor de soporte en todo el cuerpo; pero igualmente deben tener en cuenta evitar una almohada muy baja o una demasiado alta. Si nuestra postura habitual es boca abajo, lo ideal es dormir sin almohada o con una muy fina para evitar que la cabeza se eleve más de lo normal y pueda producir dolor en el cuello.

Finalmente, muy pocas veces pensamos en cambiar nuestras almohadas, pero es importante hacerlo cada 12-18 meses. Una almohada desgastada o vieja puede contener ácaros del polvo, células de la piel y causar graves problemas a los que sufren asma, afecciones de pulmón o alergias. Una buena prueba para ver si nuestra almohada necesita ser reemplazada es doblarla por la mitad y soltarla después de un segundo o dos. Si vuelve a su forma normal sigue estando en buen estado; si no, es hora de sustituirla por una nueva.

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